LAS CELESTINAS

LA CELESTINA de Fernando de Rojas (1499), RAE, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2011.

La Celestina, de Fernando de Rojas | Real Academia Española

El volumen incluye, junto a la edición anotada del texto y un amplio aparato crítico, estudios de Guillermo Serés, Íñigo Ruiz Arzálluz, Carlos Mota y Francisco J. Lobera que abordan cuestiones como los autores de la obra, su género y fuentes, su contenido y su transmisión textual.
La obra de Fernando de Rojas constituye una inequívoca advertencia contra quienes pierden el sentido del bien y del mal por someterse a sus pasiones, particularmente el deseo sexual desatado, contra las alcahuetas hechiceras, contra los criados desleales y codiciosos. Puede decirse que fue un clásico propiamente dicho prácticamente desde su aparición.
Fernando de Rojas, La Celestina, edición y estudio de Francisco J. Lobera y Guillermo Serés, Paloma Díaz-Mas, Carlos Mota e Íñigo Ruiz Arzálluz, y Francisco Rico. Madrid: Real Academia Española – Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2011.



SEGUNDA COMEDIA DE CELESTINA, de Feliciano de Silva (1534)

TERCERA PARTE DE LA TRAGICOMEDIA  DE CELESTINA, de Gaspar Gómez (1536)

TRAGICOMEDIA DE LISANDRO Y ROSELIA  de Sancho de Muñón (1542) 





“No es que en esos años [la España renacentista] fuera la cuna de pícaros, rufianes y prostitutas, ni tampoco que existiera en ella una mayor conciencia social que en otros países, lo que sucedió fue que una creación genial como La Celestina abrió caminos literarios que se fueron bifurcando gracias a otras creaciones”. Con estas certeras palabras concluye la catedrática Navarro Durán el prólogo a las tres continuaciones de la Tragicomedia de Calisto y Melibea que se editan en el presente volumen: la Segunda comedia de Celestina de Feliciano de Silva, la Tercera parte de la tragicomedia de Celestina de Gaspar Gómez y la Tragicomedia de Lisandro y Roselia de Sancho de Muñón.
El término “celestinesca” se acuñó a partir del estudio de Menéndez Pelayo sobre las imitaciones de La Celestina, y es que pocas obras aúnan tal intensidad y belleza, pocas atesoran  tantas novedades literarias. Por ello no es de extrañar que a lo largo del siglo XVI otros autores imitaran deliberadamente la obra de Rojas, continuaran su argumento y volvieran a sacar a escena a algunos de sus personajes.
De un escritor conocido por sus novelas de caballerías como Feliciano de Silva que resucita a la alcahueta, emparenta a sus criaturas con célebres personajes de La Celestina y demuestra su habilidad retórica con una amplia gama de registros lingüísticos –así  los juramentos del rufián Pandulfo o el habla rústica del pastor Filínides−, a otros escritores menos populares como Gaspar Gómez o Sancho de Muñón, teólogo salmantino que nos brindará la mejor de las tres continuaciones.
La Tercera parte de Gaspar Gómez aprende bien el uso de las hablas jergales de  la Segunda comedia y sigue la senda de su antecesor, pero será la Tragicomedia de Lisandro y Roselia la que se gane el reconocimiento de Menéndez Pelayo al entroncar directamente con la obra genial de Rojas, descartando la resurrección de Celestina y ubicando a Elicia como alcahueta de su tragicomedia, además de descubrimos escenas eróticas de herencia boccacciana que nunca se había visto en nuestra literatura. Se genera así un interesante diálogo entre el modelo y las tres continuaciones que corona con la risa de Celestina, un humor ácido que años después heredará la literatura picaresca.


TRAGICOMEDIA DE LISANDRO Y ROSELIA  de Sancho de Muñón (1542)
 Edición de Rosa Navarro Durán. Catedra, 2009.




Menéndez Pelayo calificó esta "continuación" de «La Celestina» de "joya literaria", por ser "la mejor hablada de todas las «Celestinas» después de la primitiva". Desde las primeras palabras que abren la «Tragicomedia de Lisandro y Roselia» (1542) queda claro que el modelo explícito de la obra es la Tragicomedia de Calisto y Melibea. El autor no pretende ocultar que está escribiendo otra «Celestina», pero lo hace continuando la vida de uno solo de sus personajes, Elicia, como heredera de las artes e instrumentos de su tía Celestina muerta, y mostrando su respeto a la verosimilitud de la fábula, a la "realidad" de la ficción; al mismo tiempo pone de relieve cómo el camino seguido por otros "continuadores" fue erróneo porque forzó las leyes de la ficción verosímil. Sancho de Muñón supo crear un juego literario sumamente interesante, lleno de teatralidad, con gran riqueza lingüística y unos personajes con enorme intensidad dramática.


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